¿Deberían los menores tener móvil? El Gobierno dice ‘hasta aquí’ y analizamos por qué

Un niño intenta impedir que un adulto le quite su teléfono móvil, expresando frustración.

Como autor que habitualmente revisa qué rumbo toma nuestra sociedad, me pregunto: ¿qué pasa cuando un niño de 10 años ya tiene un smartphone en la mano y se mueve más en redes que en el patio? Hace unos meses, el Gobierno lanzó una señal clara: los menores deben dejar de ser tan temprano “ciudadanos conectados” y pasar a ser un poco más supervisados digitalmente.
Pero, ¿es esto una medida real, o simplemente un parche simbólico para tapar un agujero mayor? En este artículo exploramos qué propone exactamente el Ejecutivo, qué problema busca atajar, cuáles son sus dudas de viabilidad y —sobre todo— qué podemos hacer las familias y la sociedad para no quejarnos de lo que viene, sino actuar.

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¿Qué propone exactamente el Gobierno y por qué?

Lo que el Gobierno plantea es varias cosas al mismo tiempo: elevar la edad de ciertas cuentas en redes, exigir que los dispositivos incluyan controles parentales automáticos, recomendar que menores de cierta edad usen dispositivos “no inteligentes” o analógicos, limitar el acceso a Internet o pantallas para los más pequeños. Los motivos oficiales son sólidos: proteger la infancia, frenar la adicción digital, evitar la exposición intempestiva a contenidos sensibles, mejorar la salud mental de los menores. Pero también existe un contexto aún más amplio: los niños ya tienen móvil, las pantallas se han convertido en prolongación de la vida social, y la norma no se está adaptando a esta velocidad. En definitiva, el Ejecutivo dice “hasta aquí”: queremos que la infancia no esté tan digitalizada tan pronto, que tenga espacio para crecer sin filtro. Y eso abre un buen debate.


¿Cuál es el verdadero problema detrás del móvil en niños?

Acceso precoz y efectos sobre la infancia

Los datos asustan: más de la mitad de los niños españoles de Primaria ya tienen móvil con acceso a Internet. Esto significa que muchos aceptan como normal tener teléfono a los 9, 10 años, cuando quizá aún no han desarrollado del todo el juicio para manejarlo.
Ese acceso temprano no es sólo un tema tecnológico: es un tema cultural. Cuando el niño ya no juega sólo con la pelota sino con TikTok, WhatsApp y vídeos virales, algo de esa infancia ‘desconectada’ que muchos apreciamos se está perdiendo.
Mi reflexión personal: no se trata de demonizar el móvil, sino de preguntarnos qué infancia estamos construyendo si antes de los 12 ya vivimos en modo “online”.

Riesgos reales: adicción, sueño, socialización, ciberacoso

El uso indiscriminado de móviles y pantallas tiene efectos que van más allá de “lo que ven”. Está el factor sueño: dormir con el dispositivo al lado, recibir notificaciones, mantenerse enganchado hasta tarde. También la socialización: ¿cuántos niños prefieren estar en el grupo de WhatsApp que en el patio?
Luego están los riesgos digitales: exposición a pornografía, sexting, ciberacoso. Según un estudio, la edad de primer contacto “accidental” con porno en España está rondando los 11,5 años.
Y aunque hay controles parentales, la realidad es que muchos menores los esquivan o encuentran formas de saltárselos.
En mi opinión: limitar el móvil no es solo establecer la norma, sino acompañar al menor para que aprenda a usarlo. La autonomía digital no se garantiza con prohibiciones, sino con acompañamiento.


¿Hasta qué punto la medida del Gobierno es viable o tiene puntos débiles?

Viabilidad práctica

La norma se estrella muchas veces contra la realidad: ¿quién va a controlar que un niño de 13 tenga únicamente teléfono analógico? ¿Y cómo se gestiona que los hermanos mayores cedan suyo? El informe que recomienda teléfonos “no inteligentes” hasta los 16 es más aspiracional que realista.
Además, la supervisión parental no es igual en todos los hogares: diferencias culturales, económicas, tecnológicas hacen que las barreras sean dispares.

Críticas y zonas grises

Aquí entra el debate que me interesa plantear: ¿esta política estatal es una forma de control paternalista o un ejercicio legítimo de protección infantil? Porque si bien proteger está bien, restringir sin educar puede generar rebeldía, ocultación o sensación de que “me prohíben algo que mis amigos sí tienen”.
En otras palabras: si la medida se queda en “no móvil hasta los 16” sin acompañar con educación digital, puede que estemos trasladando el problema a un uso clandestino, o peor, sin supervisión.
Mi conclusión personal: la norma puede servir de señal, pero no de solución única.


¿Qué pueden hacer los padres, las familias y la sociedad?

Frente a esta situación tenemos que dejar de ser espectadores y pasar a ser agentes activos. Aquí van algunas estrategias que considero útiles:

  • Establecer reglas de uso en casa: horas sin móvil, no móviles en el dormitorio, tiempo de pantalla limitado.
  • Transparencia: hablar con los hijos sobre qué hacen, por qué lo hacen, qué sienten. No imponer sin explicar.
  • Educación digital: no solo “no uses esto”, sino “esto puede tener este riesgo, así lo gestionamos”.
  • Herramientas: sí, controles parentales. Pero entendiendo que son un apoyo, no una solución milagrosa. Como señala un artículo reciente: los menores pueden sortear los controles.
  • Fomentar actividades fuera de la pantalla: deporte, naturaleza, manualidades, tiempo desconectado… imprescindible.
  • Desde la escuela, desde la comunidad, desde las plataformas: se necesita una visión compartida.
    En mi reflexión: el móvil con sentido es la clave. No el “sí” o “no”, sino el “sí, pero con criterio”.

¿Y en redes sociales y entorno crítico? ¿Qué implica para nosotros que pensamos y nos cuestionamos?

A ti que lees esto en El Espectro, que no te conformas con la versión oficial, que cuestionas hacia dónde va la sociedad: ¿qué lectura haces de esta medida?
¿Es este paso del Gobierno una actuación genuina para proteger o una manera de imponer otro modelo de infancia digital desde arriba? ¿Quién define “uso correcto”? ¿Las instituciones, los padres, los niños?
Personalmente creo que este debate toca una dimensión más amplia: la digitalización acelerada de nuestra vida cotidiana ha convertido a las pantallas en espacio de socialización, política, identidad. ¿Y si, en lugar de victimizarlas, repensamos cómo las introducimos conscientemente en la infancia?
Nosotros —ciudadanía crítica— podríamos plantear no solo “que regulen” sino “cómo acompañamos”. No es suficiente con decir que el móvil debe limitarse: hay que preguntarnos cómo formamos a los niños para que lo usen bien, que tengan criterio, que se desconecten cuando toca, que no sean números de likes sino personas.
Este es un momento para reflexionar sobre qué infancia queremos: la educación digital no se impone solo por ley; se construye.

Esta digitalización acelerada de nuestra vida cotidiana ha convertido a las pantallas en espacio de socialización, política, identidad… Lee nuestro artículo El lado oscuro de la conexión: soledad, ansiedad y redes sociales.


Mirada al futuro: ¿qué viene después?

Mirando hacia delante, algunas pistas: normativa más amplia que diga “menores + pantalla = otra relación”, fabricantes que incluyan desde fábrica controles y advertencias.
Un riesgo claro: que la normalización del uso intensivo de pantallas se convierta en condición estructural. Por eso la oportunidad está en decir: “Ok, pantallas, pero sin sustituir la experiencia real”.
Mi predicción: si esta medida gubernamental no va acompañada de educación, acompañamiento y cultura digital crítica, será más parche que solución. Pero si lo hacemos bien, podría abrir un nuevo pacto digital en la infancia.


Conclusión

En resumen: el Gobierno ha dicho “hasta aquí” al móvil indiscriminado en menores, y eso es un aviso que merecía la infancia. Pero nosotros, como sociedad, tenemos que asegurarnos de que no se quede solo en el anuncio. Estoy a favor de frenar el uso precoz del smartphone, pero también firmemente convencido de que la clave está en educativo, en acompañar, en formar criterio.
Te invito a que lo veamos como un reto compartido: padres, niños, familias, escuelas, plataforma y ciudadanos críticos. Que no nos contentemos con la prohibición, sino que construyamos juntos un uso consciente de la tecnología. Si esto te parece un debate importante y quieres seguirlo con nosotros, síguenos en redes y comparte este artículo para que más personas lo lean — no para sumarse a un bando, sino para sumarse al cuestionamiento.


FAQS sobre los móviles y los menores


Fuentes

Más de la mitad de los niños en España ya tiene móvil antes de los 11 años – 20 Minutos

Los controles parentales no bastan: los menores saben cómo evitarlos – RTVE

El Gobierno español propone un entorno digital seguro para la infancia – EFE

El informe que pide móviles ‘no inteligentes’ hasta los 16 – El Confidencial

8 de cada 10 alumnos de 5º de Primaria ya usan redes sociales – ARA

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